parasha shmot.-

La clave mística del éxito
El libro de Génesis finaliza con la sección Vivió, en la cual se declara, al final de la misma: “José murió a la edad de ciento diez años” (Génesis 50:26) Esto quiere decir que José había gobernado en Egipto durante 80 años. Pues a los 17 años había sido vendido por sus hermanos, y los compradores lo llevaron a Egipto. En este país fue puesto en la cárcel, donde permaneció por espacio de 12 años. Después de ese periodo fue sacado de allí para interpretarle al Faraón unos sueños que le habían sobrevenido y estaba preocupado porque nadie se los podía interpretar correctamente. José lo hizo con éxito y fue nombrado virrey, siendo entonces de 30 años de edad. Ejerció como tal hasta el día de su muerte, a los 110 años. Es decir, gobernó en Egipto durante 80 años. Y hasta el día de su muerte sustentó a su padre y sus hermanos, con todas las familias de ellos.

En el comienzo del libro de Éxodo se declara: “José murió, y todos sus hermanos, y toda esa generación. Los Hijos de Israel se fructificaron, proliferaron, aumentaron y se fortalecieron mucho, muchísimo, y la tierra se llenó de ellos” (Éxodo 1:6-7).
Hasta que todos los hermanos de José murieron, los Hijos de Israel eran libres. Pero después: “Se levantó un nuevo rey en Egipto, que no conocía a José. Él le dijo a su pueblo: «He aquí que el pueblo, los Hijos de Israel, son más numerosos y más fuertes que nosotros. Vamos, seamos más astutos que ellos para que no se multipliquen, y sea que en caso de guerra, se una también él a nuestros enemigos y luche contra nosotros, y suba de la tierra».
Designaron oficiales de tributo sobre él, para afligirlo con sus cargas, y construyó ciudades de almacenamiento para el Faraón, Pitom y Ramsés. Pero cuanto más los afligían, más aumentaban y se esparcían; y su desprecio se despertó a causa de los Hijos de Israel. Egipto sometió a los Hijos de Israel con trabajos inhumanos. Le amargó la vida con trabajos duros, con barro y con ladrillos, y con todos los trabajos del campo; todos los trabajos que les asignaban eran inhumanos (Éxodo 1:8:12).
La narración bíblica no deja lugar a dudas. Los egipcios olvidaban todo el bien que José les había hecho y esclavizaban cruelmente a sus descendientes, los Hijos de Israel. Y esto no fue todo, pues ciento treinta años después de que los Hijos de Israel habían descendido a Egipto, al Faraón le sobrevino un sueño.
En el mismo, el monarca estaba sentado sobre el trono de su reinado. Alzó sus ojos, y divisó un hombre anciano que estaba de pie frente a él, que tenía en sus manos una balanza y la dispuso delante del Faraón. Después tomó a todos los ancianos de Egipto, la totalidad de los ministros, y todos los hombres de importancia, a quienes amarró, y los colocó en uno de los platillos de la balanza. Asimismo, asió un cordero tierno, a quien puso en el otro platillo, desnivelando el animal la balanza ante el enorme conjunto de personas que se hallaban en el otro lado.
El Faraón se sorprendió sobremanera, exaltado por el increíble hecho, donde un pequeño cordero puede contrarrestar a tanta gente junta. Por ello, al despertar, convocó a todos sus siervos, y les relató lo que había soñado. Ellos escucharon y temieron en gran manera.
El Faraón les dijo: “Revélenme por favor el significado de este sueño que tuve”.

Bilam, el hijo de Beor, uno de los principales ministros del Faraón, interpretó el sueño de la siguiente manera: “Esto no es sino un gran mal que sobrevendrá sobre Egipto en los días postreros.
Pues un hijo le nacerá a Israel, el cual destruirá todo Egipto, y aniquilará a sus pobladores, sacando luego a todo Israel con mano fuerte de Egipto.
El Faraón escuchó a Bilam y por eso: “El rey de Egipto les dijo a las parteras hebreas, de las cuales la primera se llamaba Shifra y la segunda Pua, y dijo: «Cuando atiendan a las mujeres hebreas y las vean sobre el asiento de dar a luz, si es un varón, lo mataréis, y si es una mujer, vivirá». Mas las parteras temían a Dios y no hicieron lo que les dijo el rey de Egipto, y dejaron que los niños vivieran.
El Rey de Egipto convocó a las parteras y les dijo: «¿Por qué habéis hecho esto y habéis dejado que vivan los niños?». Las parteras le dijeron al Faraón: «Pues las mujeres hebreas no son como las mujeres egipcias, pues son expertas; antes de que la partera llegase a ellas, ya dieron a luz». Dios benefició a las parteras y el pueblo aumentó y se fortaleció enormemente. Y fue gracias a que las parteras temían a Dios que Él les hizo casas. El Faraón ordenó a todo su pueblo, diciendo: «Todo varón que nazca, al río lo arrojaréis. Y toda mujer, la dejaréis con vida» (1:15-22).
Las citadas parteras, Shifra y Pua sus verdaderos nombres eran: Iojeved y Miriam. Y la razón por la que a Iojeved se la llama Shifra es porque embellecía al bebé, limpiándolo de la sangre del parto y acondicionándolo; lo que en hebreo se define como: “meshaperet”, palabra ésta que da origen a Shifra. Y Miriam, que era la hija de Iojeved, se la llamaba Puá, porque calmaba con su voz al recién nacido que lloraba, acto que en hebreo se denomina: poá. Y de esta palabra surge Puá (Rashi Génesis 1:15).
Resulta que Iojeved -Shifra- era la partera, y Miriam -Puá-, que era una niña, su asistente. Ahora que conocemos estos datos, es posible comprender más precisamente lo declarado en la cita que expresa: “Mas las parteras temían a Dios y no hicieron lo que les dijo el rey de Egipto, y dejaron que los niños vivieran”. Observando el texto original, apreciamos que existe un detalle que llama la atención en la palabra hebrea que define a “las parteras”. Pues esta palabra, que es “hamialdot”, está escrita en forma carente.
Decimos esto porque no está escrito “hamialdot” con todas las letras que corresponden, sino que a la palabra le falta una letra “vav”. Por eso es posible leer “hamialedet”, que significa partera. Deduciéndose que era una sola partera, y la segunda era su asistente.
Este dato se puede apreciar en el valor numérico de la palabra en su original hebreo:

Veamos ahora el valor numérico de Iojeved bat Levi, es decir, Iojeved, hija de Levi:


Resulta que “hamialedet”, que significa partera, sumándole el valor intrínseco 1 arroja un resultado igual a 490, el miso que el del nombre de la partera citada. Esta partera, Iojeved, había nacido a Levi al llegar a Egipto, cuando cruzaban la frontera (Rashi).
Un alumbramiento sensacional
Después de esto, se narra en la Torá: Un hombre salió de la casa de Levi y tomó una mujer de Levi. La mujer concibió y dio a luz a un hijo. Ella vio que era bueno y lo escondió durante tres meses. Ya no podía esconderlo más, entonces tomó un canasto de juncos y lo untó con arcilla y brea; colocó al niño en él y lo puso entre las cañas, a la orilla del río. Su hermana se colocó a distancia, para saber qué sería de él (Éxodo 2:1-4).
Esta mujer que había dado a luz era nada más y nada menos que Iojeved. Y en ese momento ella era de 130 años de edad, pero milagrosamente le había vuelto el periodo catamenial, recuperado su fertilidad.
Este dato concerniente a su edad es posible calcularlo teniendo en cuenta que cuando ella nació, el pueblo de Israel ingresaba a Egipto. Como está escrito: “Todas las personas que llegaron con Jacob a Egipto, sus propios descendientes, además de las mujeres de los hijos de Jacob, sumaban sesenta y seis personas. Y los hijos de José que le nacieron en Egipto sumaban dos personas. Todas las personas de la casa de Jacob que llegaron a Egipto: setenta” (Génesis 46:26-27). Ahora bien, sumando todos los nombres que fueron contabilizados previamente en la cita mencionada, más José y los dos hijos suman 69. Siendo así ¿por qué dice que eran setenta? Porque Iojeved había nacido en la frontera.
Ahora bien, sabemos por otra parte, que los Hijos de Israel permanecieron en Egipto 210 años. Y cuando salieron Moshé era de 80 años de edad. Siendo así, cuando Iojeved le dio a luz, era ella de 130 años de edad (Rashi, Éxodo 2:1).
El hijo que le había nacido a Iojeved era sensacional. Toda la casa se había llenado de luz con su venida al mundo. Y como había nacido al sexto mes de embarazo, su madre lo puedo ocultar durante tres meses de las autoridades egipcias. Ya que ellos calculaban la fecha y al cumplirse el tiempo de gestación, enviaban soldados para buscar al recién nacido y matarlo en caso de ser varón.
Aconteció pues que después de los tres meses que completaban los nueve de gestación común: “Ya no podía esconderlo más, entonces tomó un canasto de juncos y lo untó con arcilla y brea; colocó al niño en él y lo puso entre las cañas, a la orilla del río” (Éxodo 2:3).
Aquí aconteció otro milagro: la hija del Faraón había decidido convertirse al judaísmo y por eso se encontraba en el río Nilo, para purificarse (Talmud, tratado de Sotá 12b). Este dato puede apreciarse aludido en el versículo que declara: “La hija del Faraón bajó al río a sumergirse, y sus criadas caminaban junto al río” (Éxodo 2:5).
Observemos la expresión: “La hija del Faraón bajó” en su original hebreo:

las letras finales forman la palabra: “datá”, que significa: “su fe”:

La revelación es evidente: había bajado al río Nilo para purificarse de la idolatría y convertirse al judaísmo. Por eso fue llamada Batia, que significa: “hija de Dios” (Rokeaj). Y en esos momentos: “Ella vio el canasto entre las cañas y envió a su sirvienta, y lo tomó” (Ibíd.).
Considerad que la palabra hebrea utilizada para referirse a “su sirvienta” es: “amata”, que puede interpretarse como: “mano”. Es decir, ella extendió su mano intentando tomar el canasto de las aguas. Es decir, no fue su sierva la que lo hizo, sino la hija del Faraón misma. ¿Y cuánto debió alargar su mano? Ese dato lo obtenemos también de la palabra hebrea “amatá” que deriva de ”amá”, que significa “codo”. Revela que su mano se extendió varios codos para tomar el canasto, ocurriendo esto en forma milagrosa. Ella tuvo la voluntad de hacerlo, y Dios la ayudó (Rashi, Beer Maim Jaim).
En el Talmud consta la medida que se proyectó el brazo de la hija del Faraón: En el versículo fue dicho: El brazo de la hija del Faraón, se extendió una distancia de sesenta codos para que pudiese tomar el canasto en el que se encontraba Moshé (Meguilá 15b).
Después de esto la hija del Faraón: “Lo abrió –al canasto- y vio al niño, y he aquí que el joven lloraba. Ella le tuvo compasión y dijo: «Éste es uno de los niños hebreos». Su hermana le dijo a la hija del Faraón: «¿Quieres que vaya y te llame una nodriza de las hebreas, para que amamante para ti al niño?». La hija del Faraón dijo: «Ve». La joven fue y llamó a la madre del niño. La hija del Faraón le dijo: «Toma este niño y amamántalo para mí, y yo te daré tu paga». La mujer tomó al niño y lo amamantó. El niño creció y le fue traído a la hija del Faraón, y fue un hijo para ella. Lo llamó Moshé, pues dijo: «Porque de las aguas lo saqué (Éxodo 2:6-10). Ella eligió este nombre debido al acontecimiento que había tenido lugar, y basándose en el término arameo “meshitihu”, que significa “sacar”.
A continuación está escrito: “Sucedió en aquellos días que Moshé creció y salió con sus hermanos, y observó sus sufrimientos” (Éxodo 2:11). Obsérvese que antes ya fue dicho: “El niño creció” (Éxodo 2:9), y nuevamente fue dicho en este último versículo que citamos: “Sucedió en aquellos días que Moshé creció...”. ¿Qué enseña esta aparente redundancia? Rabí Iehuda en el nombre de Rabí Elazar declaró: La primera vez se refiere a la estatura de Moshé, y la segunda vez, a su grandeza, ya que el Faraón lo había designado encargado de su casa.

En el Midrash se narra: Mientras residía en casa del Faraón, Moshé vestía ropas color púrpura, y crecía junto a los hijos del monarca. Moshé se hizo grande en el palacio, y Batia, la hija del Faraón lo consideraba como a su propio hijo. Toda la casa del Faraón lo honraba, y todos los hombres de Egipto le respetaban.
Cada día Moshé iba a la tierra de Goshen, donde se hallaban sus hermanos, los hijos de Israel. Al recorrer los puestos de trabajo apreciaba que la respiración de ellos era entrecortada. Esto demostraba un estado de agotamiento total. Además, vio el trabajo forzado al que eran sometidos día tras día. Como está escrito: “y observó sus sufrimientos” (Éxodo 2:11).
Moshé les preguntó: ¿Por qué han sido dispuestas estas labores tan duras sobre vosotros, para que las realicéis día tras día?
Los hijos de Israel le narraron todos los decretos que había establecido sobre ellos el Faraón, incluso antes de su nacimiento –de Moshé-. Además, le contaron relataron todos los consejos emitidos por Bilam, el hijo de Beor, que había propuesto matar a todos lo niños que nacieren, e incluso al mismo Moshé, cuando éste era pequeño y había tomado la corona de sobre la cabeza del monarca egipcio.
Moshé escuchó las declaraciones, y enfureció mucho con Bilam. Desde ese día comenzó a acosarlo jornada tras jornada, pues deseaba matarlo.
Un día, le fue dicho a Bilam: “El hijo de Batia te quiere matar, y te acosa jornada tras jornada”.
Bilam temió mucho de Moshé, por lo que tomó a sus dos hijos y salieron de Egipto, y huyeron a la tierra de Kush. Ellos acudieron al rey Kikanos, que reinaba en ese lugar. En tanto Moshé era amado por todos, tanto por el Faraón, como sus siervos, y los demás egipcios, pues El Eterno puso gracia sobre él, para hallar la simpatía de la gente.
Un día, Moshé fue a Goshen, tal como era habitual en él, para ver a sus hermanos. Contempló los terribles trabajos forzados a los que eran sometidos, y se sintió notablemente afligido.
Después de esto regresó a la capital de Egipto, ingresó al palacio real, avanzó hacia donde se encontraba el rey, se prosternó, y le dijo: “Mi señor, he venido a solicitarte algo muy pequeño, no me hagas tornar, por favor, con las manos vacías”.
El Faraón le indicó: “¡Habla!”.
Entonces, Moshé pidió: “Otorga, por favor, a tus siervos, los hijos de Israel, que residen en Goshen, un día para que descansen de su trabajo”.
El mandatario respondió: “Haré acorde a tu solicitud”.
Y ordenó el Faraón hacer correr la voz por Egipto y Goshen diciendo: “A ustedes, todos los hijos de Israel, así dijo el rey: hagan vuestra labor y servidumbre durante seis días, y el día séptimo descansen, no hagan trabajo en él. Así se hará a ustedes todos los días, tal como lo ordenó el rey, y Moshé, el hijo de Batia”.
Moshé se alegró por este beneficio logrado para sus hermanos, y los hijos de Israel hicieron acorde a la nueva disposición. Pues esto provenía de El Eterno, porque comenzaba a recordarlos para salvarlos, por causa de sus ancestros. En tanto el Creador permanecía con Moshé, quien era un hombre grande en los ojos de los egipcios, y en los de todo Israel, quien hablaba bien de ellos frente al Faraón, y procuraba permanentemente mejorar el bienestar de sus hermanos (Sefer Haiashar).
Un suceso embarazoso
Cuando Moshé era de dieciocho años de edad, quiso ver a sus padres, por lo que fue a Goshen, donde los hijos de Israel eran obligados a realizar los trabajos forzados y la servidumbre. Allí vio un egipcio que maltrataba a uno de sus hermanos. Como está escrito: Como está escrito: “y vio que un hombre egipcio golpeaba a un hombre hebreo, a uno de sus hermanos” (Éxodo 2:11). Cuando el hebreo vio a Moshé, escapó hacia él para que lo ayudase, pues era un hombre muy honrado y grande en la casa del Faraón. Le dijo: “Mi señor, este egipcio fue a mi casa por la noche, me maniató, y violó a mi mujer frente a mi presencia, y ahora procura quitarme la vida” (Sefere Haiashar, Rashi). Cuando Moshé escuchó esta atrocidad, enfureció sobremanera con el egipcio, por eso: “Miró hacia un lado y hacia el otro, y vio que no había nadie; golpeó mortalmente al egipcio y lo escondió en la arena” (Éxodo 2:12).
La declaración: “Miró hacia un lado y hacia el otro” requiere explicación. Pues si se declara: “vio que no había nadie”, se sobreentiende que lo Moshé constató mirando hacia uno y otro lado. ¿Siendo así, qué viene a enseñar esta aparente redundancia? El Exegeta Rashi se percató de esta particularidad y explicó: Moshé vio –mediante su espíritu de santidad denominado “Ruaj Hakodesh”- lo que le había hecho el egipcio en la casa, y también vio lo que le había hecho en el campo. Pues en la mente del egipcio ya estaba concebida la idea de matar al esclavo hebreo en el campo (Rashi Mizraji).
Asimismo, la expresión “vio que no había nadie”, contiene un secreto más que describe el alto grado de aprehensión espiritual de Moshé. Indica que se proyectó hacia el futuro y vio que no saldría de él ningún descendiente que se uniría a la fe de Dios, tornándose prosélito (Rashi).
También debemos saber que Moshé mató a este hombre malvado a través de un nombre sagrado de Dios que él conocía. Y esto es posible deducirlo de lo que está escrito a continuación:
Al día siguiente -Moshé- salió, y he aquí que había dos hombres hebreos peleando. Le dijo al malvado: «¿Por qué golpeas a tu prójimo?». Él le respondió: «¿Quién te designó por príncipe y juez sobre nosotros? ¿Acaso dices que me matarás, como mataste al egipcio?» (Éxodo 2:13-14).
Se aprecia que no está escrito: “¿Acaso tú pretendes matarme...?”, sino: “¿Acaso dices...”. Se aprende de aquí que lo mató al egipcio con una pronunciación emitida por su boca. Es decir, con el nombre sagrado de Dios (Midrash Tanjuma Shemot 10).
Después de este suceso: “Moshé tuvo miedo y pensó: «Ciertamente el asunto es sabido». El Faraón escuchó acerca de este asunto e intentó matar a Moshé; Moshé huyó del Faraón y se asentó en la tierra de Midián. Se sentó junto a un pozo (Éxodo 2:14-15).
Tiempo de reflexiones
Esta cita pareciese revelar que Moshé huyó de Egipto a Midián, e inmediatamente se asentó allí, y se casó con la hija de Itró. Pues a continuación de la huída de Moshé de Egipto, está escrito: “El sacerdote de Midián tenía siete hijas; ellas llegaron y sacaron agua y llenaron los abrevaderos para dar de beber a las ovejas de su padre. Llegaron los pastores y las echaron. Moshé se levantó y las salvó... Moshé decidió habitar junto al hombre; y él le dio a su hija Tzipora a Moshé. Ella dio a luz a un hijo, y él lo llamó Gershom, pues dijo: «He sido extranjero –ger- en una tierra extraña»” (Éxodo 2:15-22). Y a continuación se menciona el llamado de Dios a Moshé, para que guíe al pueblo de Israel a la libertad. Como está dicho: “Moshé estaba pastando las ovejas de Itró, su suegro, el sacerdote de Midián; él guió a las ovejas detrás del desierto y arribó a la Montaña de Dios, hacia Joreb... El Eterno vio que se había apartado para ver; y Dios lo llamó de entre el arbusto y dijo: «Moshé, Moshé» y él respondió: «Heme aquí» (Éxodo 3:1).
Al leer estos versículos, uno podría conjeturar que todo ocurrió en un breve lapso de tiempo. Pero ha de considerarse que más está escrito: “Moshé tenía ochenta años y Aarón tenía ochenta y tres años cuando hablaron con el Faraón” (Éxodo 7:7).
Con este último dato, conjeturamos que desde que Moshé huyó de Egipto, hasta que guió a Israel a la libertad, transcurrieron 62 años. Pues recordemos que se había ido cuando poseía 18 años.
Ahora bien, ¿qué hizo Moshé en todo este tiempo? ¿Sólo se ocupaba de las ovejas de su suegro; o en ese lapso recibió también algún tipo de instrucción para conducir apropiadamente a un pueblo entero, compuesto de millones de integrantes, como el que debía liderar? Evidentemente, de acuerdo con la lógica, hace falta preparación y aptitud para desarrollar una función de este tipo. ¿Acaso Moshé no fue probado para comprobar si estaba capacitado?
Estas preguntas que hemos formulado son muy puntuales y requieren de una explicación certera. Y en el Midrash encontramos la respuesta que necesitamos. Esta es la síntesis de lo narrado en el Sefer Haiashar al respecto:
En aquellos días aconteció que los moradores de oriente y Aram, se habían sublevado a Kikanos, el rey de Kush.

El mandatario designó a Bilam en su lugar para que cuidase la ciudad en su ausencia y se encargase de todo lo relacionado con el reino. Después de hacerlo, salió inmediatamente con todas sus huestes para enfrentar a los pueblos de oriente y Aram, con el fin de restablecer el orden y someterlos nuevamente bajo su poder.
El rey venció en la contienda y regresó a su ciudad triunfante. Pero se halló con la sorpresa de que Bilam se había sublevado y había tomado el poder, cerrando todos los accesos. Al no existir otra alternativa, Kikanos con todos sus hombres sitiaron la ciudad.
En esos días, llegaba Moshé procedente de Egipto, y se unió al ejercito de Kikanos. En poco tiempo se ganó la confianza del rey, pues demostró aptitudes para el combate, entrega y arrojo, como así sabiduría. Fue nombrado consejero del rey.
Tras nueve años de sitiar la ciudad, Kikanos falleció, y los hombres decidieron designar a Moshé su nuevo rey. Éste aceptó y se puso al frente del ejército. En muy poco tiempo Moshé organizó un ataque a la ciudad, y lograron vencer la resistencia de Bilam sin mayores obstáculos. Así fue como los guerreros recuperaron sus familias y posesiones.
Moshé fue el rey de Kush por espacio de cuarenta años. Era un mandatario ejemplar, muy apreciado por el pueblo. Pero después de ese periodo, la esposa de Kikanos, Adonia, que le había sido concedida a Moshé, se quejó de éste. Pues en todo el tiempo que fue rey no se allegó a ella, y tampoco practicaba la idolatría de esos lugares. Como consecuencia de esta queja, Moshé fue depuesto.
Así fue como tras permanecer en Kush 49 años, debió salir de allí y buscar un nuevo destino. Aunque ya no era el mismo que cuando llegó, pues se había convertido en un gran guerrero, y había adquirido una notable experiencia como rey de un gran pueblo.
Moshé salió de la tierra de Kush, y tomó su camino, siendo por entonces de sesenta y siete años de edad cuando abandonó ese lugar. Pues de Hashem provenía también esto, al aproximarse el momento de sacar a los hijos de Israel de Egipto.
Moshé se dirigió a Midián, pues temía regresar a Egipto, por causa del Faraón.
Cuando llegó, se sentó junto a un manantial de aguas, cuando salían las siete hijas de Reuel a pastorear el rebaño de su padre. Ellas se acercaron al manantial, y extrajeron agua para dar de beber a las ovejas.
En eso vinieron los pastores de Midián y las echaron, aunque Moshé se levantó, lsa salvó, y dio de beber a sus animales.
Ellas fueron hacia su padre y le dijeron: “Un hombre egipcio nos salvó ante los pastores, y también extrajo agua para nosotras y dio de beber a las ovejas”.
Reuel dijo a sus hijas: “¿Dónde está?. ¿Por qué abandonasteis al varón?”.
Reuel envió por él, para que lo traigan a la casa, y coma pan con él.
Así aconteció, y Moshé le relató sobre su huida de Egipto, y su reinado en Kush durante cuarenta años, tras lo cual tomaron el poder de él, y lo enviaron en paz, y con grandes honores.
Cuando Reuel hubo escuchado esas palabras, pensó en su corazón: “Colocaré a este hombre en la cárcel, y a través de ellos, ganaré sus corazones, pues debe haber escapado de ellos”.
Reuel lo atrapó, y colocó en prisión, donde estuvo preso por espacio de diez años. Pero durante su permanencia en ese sitio, Tzipora, la hija de Reuel, se apiadó de él, y le suministraba pan y agua todos los días.
Finalmente, después de ese lapso, Aconteció al cabo de una década, cuando transcurría el primer año de reinado del nuevo Faraón, que Tzipora dijo a su padre Reuel: “El hombre Hebreo que has colocado en prisión hace ya diez años, no hay nadie que reclame por él, por eso, si está bien ante tus ojos padre, envíame por favor, y veré si aun vive o ha fallecido”.
El padre no sabía que ella le llevaba alimento cada día, y esto respondió a su hija: “¿Es posible que suceda algo así, afligir a un individuo durante diez años en prisión sin comida ni bebida, y que aun viva?”.
Su hija le respondió: “Has oído que el Di-s de los Hebreos es Poderoso y Temible, que además hace a ellos maravillas a cada instante. El salvó a Abraham del horno encendido en Ur Kasdim, y a Itzjak de la espada de su padre, cuando se dispuso a ofrendarlo, a Iaakov, del ángel, cuando se trenzó con él en Maabar Iabok, y también al hombre este Hizo muchos milagros, cuando lo Salvó del río Nilo, de la espada del Faraón, y de los habitantes de Kush, y también del hambre puede salvarlo y hacerlo vivir”.
Las palabras de su hija fueron consideradas apropiadas por Reuel, por lo que consintió con ella, y fue a ver que sucede con el individuo que había sido puesto en prisión. Una vez allí, advirtió que el prisionero se halla de pie, y alaba y ora al Dios de sus padres.
Reuel, tras contemplar lo que acontecía, envió sacar al hombre del pozo, cortar su cabello, cambiar sus ropas, y le sirvieron pan.
Luego de esto, Moshé descendió al jardín de Reuel que se encontraba detrás de la casa, y oró allí a Hashem, su Di-s que hizo con él muchas maravillas. Cuando elevaba su plegaria, divisó un bastón de zafiro clavado en el jardín. Se aproximó a él, y vio que se halla gravado sobre el mismo, el nombre de Hashem, Di-s de los ejércitos. Tras leer lo que decía, estiró su mano, y lo tomó, desenterrándolo como quien arranca una hierba silvestre que creció entre las plantas, y pasó a su mano.
Este era el bastón, con el cual fueron realizadas todas las maravillas de Di-s luego de haber creado los cielos y la tierra, y todas sus huestes, mares, ríos, y todos sus peces.
Y fue cuando expulsó Di-s a Adam del jardín del Eden, que este tomó el bastón en su mano, y salió a trabajar la tierra de la que fue tomado. Este bastón llegó hasta Noaj, que lo entregó a Shem, y a sus descendientes, hasta llegar a manos de Abraham el Hebreo.
Luego, cuando Abraham dio todo lo que era de él a su hijo Itzjak, entregó también este bastón. Y aconteció cuando Iaakov huyó a Padam Aram, que lo llevó en su mano, y cuando regresó a su padre, no lo abandonó. También cuando descendió a Egipto, lo llevó con él, y lo entregó a Iosef.
Cuando falleció Iosef, y vinieron los ministros de Egipto a su casa, el bastón llegó a Reuel, el midianita, quien cuando abandonó Egipto, lo llevó con él, clavándolo en su jardín.
Todos los hombres fuertes de Keinim fueron sometidos a la prueba de intentar tomarlo, al solicitar a Tzipora, su hija, pero no pudieron, por lo que el mismo quedó insertado en el jardín de la casa de Reuel, hasta que venga quien pueda superar el examen. Y cuando el dueño de casa vio el bastón en manos de Moshé, se sorprendió enormemente, dándole a su hija Tzipora por esposa.
Hasta aquí habían transcurrido 60 años de exilio de Moshé. pues 9 años estuvo sitiando Kush junto a Kikanos, después fue rey de ese lugar durante 40 años, y 10 años estuvo preso en casa de Itró, he aquí 60 años. En el primer año de casados Moshé y Tzipora engendraron el primer hijo, Guershon, y al año siguiente el segundo Eliezer (véase Éxodo 18:1-4).
Después Moshé fue a hacerse cargo del pueblo de Israel para sacarlo de Egipto, y guiarlos a la libertad.
La aptitud de Moshé
Hemos apreciado que Moshé estaba muy bien preparado para gobernar un pueblo, pues había adquirido gran experiencia durante su exilio. Sin embargo, Dios quería que el líder de Israel sea un individuo comprensivo y sensible además de ser buen guerrero y poseer capacidad de gobernar. Por eso Dios lo probó a Moshé en ese aspecto.
En el Midrash se narra cómo aconteció: Moshé pastoreaba el rebaño de su suegro, y un corderito se escapó. Moshé lo persiguió hasta que le dio alcance. En ese momento vio que el animal estaba bebiendo del lago. Moshé le dijo: no sabía que estabas sediento, ahora seguramente estarás cansado por haber caminado tanto. El pastor lo alzó en brazos y lo llevó de regreso al rebaño.
Dios vio y dijo: Tú eres piadoso con los animales, estás preparado para pastorear un rebaño de seres humanos.
Después de esto Dios lo convocó a Moshé. como está escrito: Moshé estaba pastando las ovejas de Itró, su suegro, el sacerdote de Midián; él guió a las ovejas detrás del desierto y arribó a la Montaña de Dios, hacia Joreb. Un ángel de El Eterno se le apareció en una llamarada de fuego que salía de un arbusto. Él vio, y he aquí que el arbusto ardía en el fuego, mas el arbusto no se consumía. Moshé dijo: «He aquí que me apartaré y contemplaré esta gran imagen ¿por qué el arbusto no se consume?».
El Eterno vio que se había apartado para ver; y Dios lo llamó de entre el arbusto y dijo: «Moshé , Moshé » y él respondió: «Heme aquí». Él dijo: «No te acerques más, quítate tus zapatos de tus pies, pues el lugar sobre el que te encuentras parado es tierra santa». Y Él dijo: «Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob». Moshé ocultó su rostro, pues tuvo miedo de contemplar a Dios.
El Eterno dijo: «Ciertamente he visto la aflicción de Mi pueblo que está en Egipto y he oído su clamor a causa de sus supervisores, pues he sabido de su dolor. Bajaré y lo rescataré de la mano de Egipto, y lo ascenderé de esa tierra a una tierra buena y amplia, a una tierra en la que fluye la leche y la miel datilera, al lugar del cananeo, el jeteo, el amorreo, el perizeo, el jiveo y el iebuseo. Y ahora, he aquí que el clamor de los Hijos de Israel ha llegado hasta Mí y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen. Y ahora ve y te enviaré con el Faraón, y sacarás a Mi pueblo, los Hijos de Israel, de Egipto» (Éxodo 3:1-10).
Después de esto aconteció un suceso inesperado, Moshé se niega a aceptar la solicitud de Dios. Como está escrito: “Moshé le dijo a Dios: «¿Quién soy yo para ir con el Faraón y para sacar a los Hijos de Israel de Egipto?»” (Éxodo 3:11).
Uno al escuchar esta declaración piensa: seguro que Dios le dijo: está bien, si tú no deseas el cargo, buscaré otro individuo para que te reemplace. Pero insólitamente no aconteció así, sino que Dios le insistió. Como está escrito: “Y Él dijo: «Pues estaré junto a ti y ésta es tu señal de que Yo te he enviado: cuando saques al pueblo de Egipto, servirán a Dios sobre esta montaña»” (Éxodo 3:12).
Después de esto, Moshé buscó nuevas excusas para rechazar el ofrecimiento. Como está dicho: “Moshé le dijo a Dios: «He aquí, cuando yo vaya a los Hijos de Israel y les diga: “El Dios de vuestros antepasados me ha enviado a vosotros” y ellos me digan: “¿Cuál es Su Nombre?”, ¿qué les diré?»” (Éxodo 3:13). Y Dios seguía insistiéndole y convenciéndole para que aceptase. Como está dicho: El Eterno le dijo a Moshé : «Seré lo que seré». Y Él dijo: «Así dirás a los Hijos de Israel: “Seré me ha enviado a vosotros”». También le dijo Dios a Moshé : «Así dirás a los Hijos de Israel: “El Eterno, el Dios de vuestros antepasados, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Éste es Mi Nombre por siempre, y éste es Mi recuerdo, de generación en generación”. Ve y reúne a los ancianos de Israel y diles: “El Eterno, el Dios de vuestros antepasados, ha aparecido ante mí, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, diciendo: «Ciertamente os he recordado y lo que se os hace en Egipto»”. Y he dicho: «Os haré ascender de la aflicción de Egipto a la tierra del cananeo, del jeteo, del amorreo, del perizeo, del jiveo, y del iebuseo, a una tierra en la que fluye la leche y la miel.
Ellos oirán tu voz. Tú y los ancianos de Israel irán al rey de Egipto y le dirán: “El Eterno, el Dios de los hebreos, se ha presentado ante nosotros. Y ahora, os rogamos nos dejes partir en un camino de tres días por el Desierto y presentaremos ofrendas a El Eterno, nuestro Dios”. Sé que el rey de Egipto no os dejará ir, excepto con mano fuerte. Yo extenderé Mi mano y golpearé a Egipto con todas Mis maravillas que realizaré en su interior, y después de eso os enviará. Yo haré que este pueblo halle gracia a los ojos de Egipto, para que cuando os vayáis, no os vayáis vacíos. Cada mujer pedirá a su vecina y a la que vive en su casa vasijas de plata, vasijas de oro y vestimentas; y las colocarás sobre tus hijos e hijas; y vaciaréis a Egipto» (Éxodo 14:22).
Era un momento difícil para Moshé. Dios mismo le solicitaba nuevamente que aceptase el ofrecimiento, y le ofrecía garantías de que triunfaría. Pero también esta vez Moshé rechaza la oferta. Como está escrito: Moshé respondió y dijo: «Mas no me creerán y no escucharán mi voz, pues dirán: “El Eterno no apareció ante ti”» (Éxodo 4:1).

Y Dios volvió a insistirle, suministrándole esta vez poderosas herramientas milagrosas que le permitirían seducir al pueblo sin lugar a dudas para que le escucharen. Como está escrito : El Eterno le dijo: «¿Qué es lo que tienes en tu mano?» Y él dijo: «Una vara». Él dijo: «Arrójala a tierra», y él la arrojó a tierra y se transformó en una serpiente. Moshé huyó de ella. 4 El Eterno le dijo a Moshé : «Extiende tu mano y tómala por su cola». Él extendió su mano y la agarró fuertemente, y se transformó en una vara en su palma. «Para que crean que El Eterno, el Dios de sus antepasados, apareció ante ti; el Dios de Abraham, el Dios de Itzjak (Isaac) y el Dios de Iaacov (Jacob).» El Eterno también le dijo: «También: lleva tu mano a tu pecho», y él llevó su mano a su pecho; luego la quitó y he aquí que su mano estaba leprosa como la nieve. Dijo Él: «Vuelve a poner tu mano en tu pecho». Y él volvió a poner su mano en su pecho; y al sacarla de su pecho he aquí que era otra vez como su carne. «Acontecerá que si no te creen y no escuchan la voz de la primera señal, creerán la voz de la última señal. 9 Y sucederá que si tampoco no creen estas dos señales y no escuchan tu voz, tomarás agua del río y la verterás sobre la tierra seca, y el agua que tomes del río se transformará en sangre cuando esté sobre la tierra seca» (Éxodo 4:2-8).
Después de todo esto, increíblemente Moshé vuelve a negarse. Como está escrito: “Moshé le dijo a El Eterno: «Te ruego, mi Señor, no soy hombre de palabras, ni desde ayer, ni desde anteayer, ni desde que hablaste por primera vez con Tu sirviente, pues yo soy pesado de boca y pesado de palabras»” (Éxodo 4:10). Pero Dios vuelve a insistir. Como está dicho: “El Eterno le dijo: «¿Quién le puso boca al hombre, o quién lo hace al hombre mudo o sordo, o al hombre que ve o al ciego? ¿Acaso no soy Yo, El Eterno? Y ahora, ve. Yo estaré en tu boca y te enseñaré lo que debes decir». Él dijo: «Te ruego, mi Señor, envía a alguien más apropiado para ser enviado»” (Éxodo 4:12-13).
Al escuchar esto, uno ya comienza a plantearse muchas cuestiones que parecen no tener explicación. ¿Por qué Dios le insiste tanto? ¿Acaso no había otro individuo que pudiese llevar a cabo la tarea y no se negare como Moshé? ¿Por qué no lo dejaba Dios y buscaba otro? Y por el lado de Moshé, ¿Por qué cuándo los hombres de Kush le ofrecieron ser su rey aceptó sin titubear, pese a que no poseía experiencia alguna en esa función y ahora se negaba rotundamente? Y consideremos que en el caso de los hombres de Kush eran ajenos a Moshé, y ahora se trataba de sus hermanos. ¿Qué es lo que sucede aquí? La confusión es demasiado grande.
Los versículos subsiguientes revelan el misterio. Observad esto que acontece a continuación: “La ira de El Eterno se despertó contra Moshé , y dijo: «¿Acaso no está tu hermano Aarón, el levita? Yo sé que él ciertamente hablará; además, he aquí que él saldrá a encontrarte y cuando te vea se alegrará su corazón. Tú le hablarás y colocarás las palabras en su boca; y Yo estaré en tu boca y en su boca; y os enseñaré a ambos lo que deben hacer. Él hablará por ti ante el pueblo; y ocurrirá que él será tu boca y tú serás su guía. Y esta vara tomarás en tu mano, con la que harás las señales»” (Éxodo 4:14-17).
Después de esto, acontece un suceso desconcertante, Moshé acepta sin decir una sola palabra. Como está escrito: “Moshé fue y regresó a Ieter, su suegro, y le dijo: «Por favor, iré y regresaré junto con mis hermanos que están en Egipto, para ver si siguen con vida». Y Itró l

e dijo a Moshé : «Ve en paz».
El Eterno le dijo a Moshé en Midián: «Ve, retorna a Egipto, pues todas las personas que piden por tu vida han muerto». Moshé tomó a su mujer y a sus hijos...” (Éxodo 4:18-20).
Este último suceso desconcierta. ¿Qué fue lo que hizo cambiar de opinión a Moshé? ¿Cuál fue la circunstancia que determinó que abandonase su férrea postura de desobedecer la orden Divina y repentinamente aceptase el cargo, sin presentar ningún tipo de pretexto?
El exegeta Rashi lo explica: la clave se encontraba en la declaración que El Eterno hizo a Moshé: “He aquí que él saldrá a encontrarte y cuando te vea se alegrará su corazón”. Es decir, no creas que acontecerá como tú piensas, que tu hermano se disgustará contigo cuando observe que alcanzas el poder, sino que “se alegrará su corazón”.
Moshé escuchó eso y ya no presentó más oposición para aceptar el cargo de primer mandatario. Se aprecia de aquí, que Moshé tuvo en cuenta hasta los sentimientos que podría generar en su hermano una actitud suya que roce su status. Pues Aharón era en ese entonces líder de la comunidad, y Moshé fue precavido de no herir sus sentimientos en los más mínimo. Aunque esto significare perderse la posibilidad de ser el rey del pueblo y un héroe nacional cuyo nombre quedase registrado en la historia por toda la eternidad.
Ha de tomarse el ejemplo de Moshé para asumir cualquier liderazgo. Uno debe dirigir a sus subalternos con el rigor necesario, pero a su vez con la comprensión y el amor que merecen. Debe exigírseles que cumplan con sus obligaciones, pero también ser contemplativos con ellos en el factor humano. Siempre debe tenerse en cuenta el aspecto emocional de alguien que está bajo nuestra tutela o autoridad. Es una de las principales claves para alcanzar el éxito, tanto en el plano material, como en el espiritual. Pues cuando uno no es contemplativo con su prójimo, genera odio, rencor y resquemores; y eso produce una gran cantidad de energía negativa que puede perjudicar en cualquier momento al destinatario de tales descargas. Pero quien actúa honorablemente, haciendo valer su autoridad, pero a su vez siendo contemplativo con sus subalternos en el orden emocional y sensitivo, logrará la victoria. Como consta en el Midrash: El individuo debe ser agradable y bien recibido por las criaturas (Tana Dvbei Eliahu Raba 13: 5). Es decir, debe estar en paz con todas las personas (Ieshuot Yakov). Es esta una regla de oro indispensable para triunfar.